La película que protagoniza la economía argentina bien podría denominarse “Atrapados por las tasas”. Y es del género “thriller”, en la que la trama tiene en suspenso a los actores económicos. El guión se basa en lo que alguna vez el conductor televisivo Pancho Ibañezadoptó como frase célebre: todo tiene que ver con todo. La inflación y la devaluación siguen siendo las malas del film. Y son las que están condicionando el horizonte de la economía. 

Ramiro Castiñeira, de la consultora Econométrica, dice a DINERO que el Gobierno tenía dos anclas para manejarse en la macro: pisar el dólar y las tarifas. Pero todo cambió con la devaluación de enero pasado. Se devaluó y se reajustaron las tarifas, lo que derivó en más inflación y un incremento en las tasas. Claro está que, mientras la gestión de la presidentaCristina Fernández, no haga nada para contener una inflación anual superior al 30%, las presiones sobre las tasas continuarán, advierte. 

Eduardo Robinson, de la consultora Robinson & Asociados, explica que hoy el Gobierno se encuentra en una encrucijada: evitar que siga cayendo el nivel de actividad económica o mantener relativamente estable el tipo de cambio y las expectativas inflacionarias. “Con los actuales niveles de tasas en un contexto en el que no se ataca la inflación, se frena la expansión del crédito al consumo y se afecta la producción. Por el momento, no han sido suficientes para evitar que continúe debilitándose el sector industrial, las líneas de crédito subsidiadas a las empresas”, remarca. El riesgo de bajar las tasas sin mejorar las cuentas públicas y sin financiamiento externo, es volver a alimentar las expectativas de devaluación, sobre todo, cuando pase el período de entrada de dólares por la cosecha gruesa. El final de la película está abierto. Dependerá de las políticas fiscales y monetaria que adopte la Casa Rosada. Mientras tanto, la platea argentina está viviendo de contado, con temor a endeudarse a elevadas tasas de interés. 

Desde la salida de la convertibilidad, en 2002, tanto la política fiscal como la monetaria fueron fuertemente expansivas. Creció el gasto público y el Banco Central incrementó la oferta monetaria. Tal política permitió expandir la economía al tiempo que empezaron a alentarse presiones inflacionarias, porque crecía el consumo y el gasto público, pero no subía de manera consistente la inversión, sobre todo, la destinada a mejorar la disponibilidad de infraestructura, por ejemplo, energía. 

Dado que la inversión no se expandió, no se amplió la capacidad productiva de la economía y se dejó de lado la calidad de la política económica: poco importó la calidad del gasto y del financiamiento. Así, indica el economista Eduardo Robinson, para sostener el crecimiento del gasto, se recurrió a permanentes subas de impuestos, estatización de fondos de las ex AFJP, colocación de títulos del Tesoro en organismos públicos y, lisa y llanamente, a la emisión de moneda.

Esta política económica empezó a generar dudas sobre su sostenibilidad, plantea. De hecho, la expansión de la demanda agregada empezó a tener serias limitaciones, en la medida que se agotaron las fuentes del financiamiento. “Se tocó el techo en cuanto a la presión fiscal, se abusó de la emisión monetaria y el país aún no tiene acceso al mercado crediticio internacional. En paralelo, nada o muy poco, se hizo para mejorar el clima de negocios a los efectos de atraer inversión destinada a expandir la oferta de bienes y servicios”, enumeró el experto.

Las consecuencias de esta dinámica fueron, reducción de la tasa de expansión de la actividad económica e incremento en la tasa de inflación. Bajo este contexto creció la demanda por activos refugio, ya que la inflación no sólo no se atacó sino que se negó sistemáticamente. Con lo cual, como forma de cubrirse del deterioro de la moneda local, empezó a crecer la demanda de dólares. Como esa demanda superaba a la oferta, el Gobierno -que se negaba a devaluar- decidió disuadirla, aplicando hacia fines de 2011, una batería de restricciones para acceder al dólar, recuerda el economista. Así nació el cepo cambiario. Esta medida tuvo como principal consecuencia la revitalización del mercado informal del dólar mientras que la brecha entre la cotización oficial y la que se verifica en el mercado paralelo se fue ampliando. Según Robinson, en la Argentina se perdieron prácticamente los incentivos para mantener pesos, porque las tasas de interés se mantenían por debajo de la inflación mientras se alimentaban expectativas inflacionarias y caían vertiginosamente las reservas internacionales. “Ante la crónica escasez de dólares que se generaba, en enero último, desde el Banco Central se impulsó una significativa devaluación del peso y se implementó una política monetaria contractiva”, dice. Esto es, la autoridad monetaria absorbe pesos del mercado mediante la colocación de títulos;para ello paga una tasa de interés que hasta hoy es, en promedio, del 28% anual. La suba de tasas por parte de la autoridad monetaria se reflejó en un mayor costo del crédito lo que sumado a un deterioro del salario real da cuenta de un resentimiento del consumo que puede empezar a reflejarse en una suba en la tasa de desempleo, puntualiza el director de la consultora Robinson & Asociados.

De esta forma hoy el Gobierno se encuentra en la encrucijada: evitar que siga cayendo el nivel de actividad económica o mantener relativamente estable el tipo de cambio y las expectativas inflacionarias. Con los actuales niveles de tasas en un contexto en el que no se ataca la inflación, se frena la expansión del crédito al consumo y se afecta la producción. Por el momento, las líneas de crédito subsidiadas a las empresas han sido suficientes para evitar que continúe debilitándose el sector industrial.

“El riesgo de bajar las tasas sin mejorar las cuentas públicas y sin financiamiento externo, es volver a alimentar las expectativas de devaluación, sobre todo, cuando pase el período de entrada de dólares por la cosecha gruesa”, advierte el especialista consultado por DINERO.

Por el momento no hay señales claras de que el Gobierno afloje la contracción monetaria, permitiendo una reducción de las tasas. Es de esperar, entonces, que se opte por aspirar a volver, casi a cualquier costo, a los mercados de crédito internacionales. Pero no es un camino sencillo. Reducir el déficit fiscal era la mejor opción, pero esto implicaría afectar más el consumo e incrementar fuertemente el desempleo. “Es claro que llegó el momento de las políticas contractivas porque el ciclo expansivo está acotado y que el sendero de las tasas de interés dependerá de cómo evolucione la inflación”, finaliza.

Estrategia bancaria
Reducen tasas de plazos fijos

Por la fuerte caída en la demanda de crédito, y por el recorte de 100 puntos básico en los retornos de las Lebac que aplicó el Banco Central, los bancos comenzaron a reducir las tasas de interés de los plazos fijos. El promedio llega al 24,75% para los grandes depósitos de empresas y para fondos comunes de inversión. Sin embargo, llegan a ubicarse hasta tres puntos porcentuales por debajo en algunos bancos, según publicó el sitio web Ambito.com.

Ojo con los precios
Recomiendan controlar la inflación

Una reducción de tasas bajaría el costo de absorción del Banco Central y aliviaría el déficit cuasifiscal, según un informe reciente de la consultora Delphos. No obstante, señala el reporte, aunque en el corto plazo exista el margen para llevarlo a cabo, se deberán controlar la inflación y de las expectativas devaluatorias. “Es evidente que el Central lleva a cabo estrategias de acuerdo a las urgencias. La sábana es corta y no alcanza a tapar todos los agujeros”, advierte Delphos.

Primer cuatrimestre
El crédito aumentó apenas el 1,7%

El nuevo plan desarrollado por el Banco Central, que en el último mes retrotrajo 180 puntos básicos las tasas de Lebac’s, tiene como objetivo evitar que la política monetaria contractiva, aplicada para controlar el tipo de cambio y el nivel de precios, profundice el mal desempeño de la actividad económica y del crédito. Desde comienzos de 2014 al 25 de abril, el stock nominal de créditos al sector privado creció apenas el 1,7%, en el mismo período del año pasado la cifra era del 6,7%.